DEJAR IR...


Tenemos en casa un gatito que ha hecho muy agradable nuestra convivencia, siendo ya puros adultos, pues mi hijo menor tiene 18, es adorable ver como juega y se deja consentir, si dormimos hasta tarde nos despierta con cariños para darle de comer, si estamos enfermos permanece a un lado nuestro, en una palabra, nos enseña las grandes satisfacciones de cuidarlo.

Un día, mientras lo acariciaba, me pregunto mi hija:
- Mami: ¿si muere un día, podemos disecarlo?, en seguida le contesté:
- ¿estás segura que te gustaría verlo inmóvil y sin vida, alguien que muy por el contrario te lleno de mimos y alegría?
- Pero, yo lo quiero mucho y no quiero que muera nunca.
- Le tome su mano y le contesté: Amor con propiedad no es amor, es ego y por lo mismo un engaño, se quiere a alguien en respeto a su vida, no para satisfacción propia, no pienses por ti, siente por él, las almas no pueden encadenarse solo porque las necesitamos con nosotros, cada alma enseña a otra ser libre y no depender, es el mensaje cuando las vemos capaces de decidir, sufrir por la ausencia es inevitable, hasta que te das cuenta que nunca se va quien amas y que a donde quiera que haya ido, estarás un día, cuando el amor se viste de pertenencia lo que hay de fondo es miedo, miedo para quien se queda porque se niega a crecer, pues quien se tiene que ir siempre será reconfortado antes, aceptar la muerte es aceptar la vida. Ensimismarse con el propio dolor impide ponerlo a trabajar, si bien las pérdidas siempre se extrañan, son mucho más llevaderas cuando las cambias por el privilegio de asistir a alguien es ese momento, con dignidad, como quien bien te quiere lo haría contigo, el llanto y el sufrimiento es el peor panorama para partir en paz, cuando alguien tiene que hacerlo.

- Abrió sus ojos y me dijo: espera... hablábamos del gatito, ¿Me estás pidiendo que si un día faltas no llore y no sufra?
- Te estoy mostrando que la vida es movimiento, que no hay mayor deseo cuando amas a alguien, que el que nunca sufra por tu ausencia, ni a mi ni a ti, nos gustaría, vivir los duelos es sano, natural e inevitable, pero resistirse es el doloroso efecto del apego, cambiarlo por dignidad para asistir a quien te necesita en ese trance le da entonces sentido a tu dolor y le permite transformarse en crecimiento, la mejor satisfacción para quien debe irse.
- ¿Es por eso que nunca lloras cuando recuerdas a mi abuela?
- Es por eso, porque la recuerdo llena de vida y porque nunca la sentí tan cerca, como desde que partió

Nuestro gatito se acercó y comenzó a hacer piruetas entre las dos y se frotó con mi hija.

Pensaré en tus palabras -dijo, tomándolo en sus brazos-, realmente amo la vida que se mueve, la mía, la tuya, la de mi familia y la de mi gatito y viéndolo bien fue mala idea pensar en disecarlo a fin de cuentas, como dices, estaremos juntos en el mismo lugar y quiero volverlo a ver saltar.

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